Demos un SÍ al proceso

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Por regla general nos desarrollamos en sociedades marcadas por objetivos finales, logros que alcanzar o metas por cumplir. En ocasiones, esta modalidad nos incentiva pero, ¿pasa también esto en educación? ¿debemos alcanzar determinados logros para poder continuar?

Como ya he destacado en artículos anteriores, entiendo que nuestro sistema educativo presenta ápices de cambio, leves propuestas de mejora e iniciativas emprendedoras. Es por esto que considero que la evaluación no debe establecerse como un muro al final de un proceso.

Habitualmente se emplean los exámenes como recurso de evaluación y es la calificación numérica el método más común de expresión de resultados. El funcionamiento actual es sencillo: examen-calificación-examen-calificación. Cada tema es examinado de manera sistemática y toda la materia incluida en dicho examen es olvidada una vez que este es aprobado.

Existen multitud de alternativas a la evaluación numérica que permiten tener en cuenta el proceso del alumno. Con ello no me estoy refiriendo a las preguntas orales semanalmente o la revisión de ejercicios realizados en casa. Hablo de evaluaciones prolongadas a lo largo del tiempo, proyectos multidisciplinares que abarquen e incluyan cantidad de asignaturas para que, de esta manera, se pueda calificar realmente el proceso, ¿por qué no se emplean más a menudo?

Cantidad de expertos definen la evaluación continua como una valoración de todo el proceso de aprendizaje del alumno. En líneas evaluativas considero que se trata del sistema que más garantías ofrece para superar con éxito una asignatura enfocada por competencias en la que el objetivo es conseguir un aprendizaje progresivo, gradual y de calidad.

Los maestros somos creadores de procesos, no podemos apostar por una evaluación que no preste a esto ninguna atención. No es estrictamente necesario utilizar los exámenes como único modo evaluativo, podemos emplear otro tipo de métodos en los que lo fundamental resida en construir un proceso, porque como nos dice Fito en una canción: “serán mis pasos, no el camino”.